16. EL AMOR
Era un día muy lindo y con temperatura
agradable cuando en Alabác se celebraba la fiesta patronal. En el centro del
pueblo había sido montado un pequeño parque de juegos que estaba rodeado de varios
lugares de comidas y de artesanía. Se respiraba una atmósfera similar a aquella
de final de año, donde los típicos fuegos artificiales no paraban de explotar
en todas direcciones.
En aquel día festivo nadie trabajaba y Gabriel
después de haber hecho sus prácticas matinales y haber dado una vuelta por la
fiesta, decidió ir al mirador del Cerro de las Oportunidades, pues se sintió
atraído hacia aquel lugar.
Una vez enfrente a la entrada de los dos
senderos que habían de conducirlo hasta el mirador, se detuvo unos minutos, con
el propósito de poner en practica lo que había visto en la película “La Novena
Revelación”. Entonces, con mucha calma, primero miró hacia un sendero y después
hacia el otro. Y para estar seguro de no equivocarse visto que era la primera
vez que hacía esta prueba, decidió hacer una segunda tentativa. Las dos veces obtuvo
el mismo resultado, así que, con una actitud curiosa y abierta, se encaminó hacia
el sendero de la izquierda. Éste le había parecido mucho más vivo y colorido
que el otro, sobresaliendo así como la opción más oportuna y apropiada para
aquella específica circunstancia.
Había mucha paz y mientras subía observaba
todo con mucha atención, disfrutando de la bonita energía presente en el área.
En un momento dado vio aparecer del otro lado
del sendero una joven mujer que parecía estar rodeada de hadas. Ella andaba
livianamente, dando la impresión que sus pies no tocaran el suelo. Su largo y
bonito pelo estaba suelto y libre de moverse de un lado hacia el otro de acuerdo
a los suaves y continuos movimientos de su cabeza, que no paraba de mirar en
todas las direcciones, como si aquel sendero fuera animado y lleno de seres
mágicos. Ella, por estar tan absorta en la naturaleza, no se había dado cuenta
que alguien conocido iba acercándose.
También Gabriel, fascinado por la magia que
acompañaba a esta hermosa mujer, aún no se había enterado que la conocía.
Cuando los dos estuvieron lo bastante cerca para verse aunque no tanto para
hablarse, fue cuando se reconocieron, y ambos, muy sorprendidos, exclamaron
automáticamente en su interior el nombre del otro.
Antes de hablarse se dieron un largo abrazo,
muy felices de este inesperado encuentro. Gabriel, atrevido como siempre, no
dejó pasar mucho tiempo antes de invitar a Ambre a acompañarlo hasta el
mirador, donde hubieran podido hablar en tranquilidad mientras compartían un
termo de mate y aprovechaban la hermosa vista.
Ambre aceptó y los dos empezaron a hablar
fluidamente, contándose mucho de lo que había sucedido desde su primer y único encuentro
en el extranjero. Allí pasaron un par de horas lindas, disfrutando
recíprocamente de la inesperada y bienvenida compañía.
Cuando fue el momento
Gabriel pidió a Ambre, con éxito, que lo acompañara a la clase de meditación.
Entonces los dos se encaminaron hacia Atunagi, que sin duda alguna era un lugar
que tenía que ver con sus destinos.
Después de un bonito y panorámico
paseo llegaron a la Escuela y se fueron a sentar en los banquitos que aún quedaban
disponibles.
Menfis era el profesor del
día y ya estaba sentado en el punto cardinal Norte. Él llevaba un traje rojo
encima de ropas blancas. En su mano izquierda tenía su instrumento de poder,
mientras que con su mano derecha tenía la frecuente costumbre de enviar
bendiciones a todos los presentes. Cuando fue la hora Menfis tocó sus dos
grandes llaves produciendo con ellas un sonido armónico que señalaba el
comienzo de la clase.
Después de unos 16 minutos de meditación
volvió a repetir el mismo gesto, invitando a los estudiantes a salir suavemente
de la práctica.
Cuando todos estuvieron listos, el profesor
dio la bienvenida a los presentes, bendiciéndolos y avisándolos que iba a haber
un inesperado e inevitable cambio de programa. En lugar de la programada meditación
guiada, iba a haber una charla sobre “El Amor”, justamente porque ésta era la
energía presente en la sala.
En el exacto instante en que mencionó la
palabra amor, tanto los ojos de Gabriel como los de Ambre cambiaron el foco de
su mirada de una manera tanto involuntaria como irracional, hasta que se
encontraron los unos con los otros, en un fugaz instante que pareció una
eternidad. Los dos se sonrieron, mientras sus latidos del corazón aumentaron
repentinamente. Tan pronto como sus miradas se cruzaron volvieron a separarse,
por una cierta timidez que aún albergaba en el interior de ambos, ya sea por
estar en medio de otras personas como por el hecho que desde ese momento ya no
habrían podido negar las evidencia de aquel fugaz instante, temiendo y
queriendo a la vez el profundizar en esta nueva relación, cuyos encuentros,
hasta entonces, siempre y solo habían sido dictados por la Santa Sincronicidad,
que de manera divina los había conectado, para que sus presentes se unieran,
volviéndose uno. Todo esto pasó en el interior de cada uno en un fugaz instante
y sin que nadie se enterara.
Mientras tanto Menfis estaba pronunciando las
siguientes palabras:
....“El Amor”....
Después de unos 40 segundos de silencio,
durante los cuales la intensidad en la sala se fue incrementando, él duplicó la
ración de sus palabras:
....“¿Qué es el Amor?”....
Entonces, hizo otra pausa en la que su aura se
iba llenando cada vez más de amor, el mismo que le fue inspirando sus
siguientes palabras:
....“El Amor es algo maravilloso que
compenetra nuestro mundo en cada instante.
El amor verdadero es un sentimiento genuino
que no debería crear ningún tipo de sufrimiento, ni para el sujeto que lo
experimenta como tampoco para el ser hacia el que está dirigido. Amar es
verdaderamente querer lo mejor para el otro, sin que haya ningún logro personal
en ello. Es un sentimiento puro y libre de los apegos y posesiones del ego. El
amor verdadero es un acto incondicional que surge espontáneamente del propio
interior.
Cuando uno ama, le debería bastar para estar
contento y alegre, sintiéndose nutrido y llenado por el solo hecho de estar
vibrando en la alta frecuencia del amor. Ésto, a pesar de ser cierto, no es nada
fácil de poner en práctica, sobre todo cuando entramos en el campo de las
relaciones personales, donde se ama hasta que se recibe algo a cambio y no se
ama más cuando ya no se recibe. No es que ésta no sea una forma de amor, porque
lo es, pero es una manera de amar más humana que divina. A través de la propia
voluntad, entendimiento y buenas intenciones puede ser transformada en un
sentimiento siempre más incondicional, vivido con mayor libertad, aceptación y
alegría. Un amor que se volvería un alimento tan nutritivo para nuestra alma si
solo nos permitiríamos sentirlo y expresarlo con honestidad, fluidez y sin
vergüenza alguna.
Para amar y vivir en un constante estado de amor
hay primero que amarse a sí mismo. Este es el primer paso que permite que otros
niveles del amor se desarrollen, hasta entender y manifestar su nivel más alto,
la Misericordia, virtud presente e implícita en cada acto de nuestro Creador.
Para amarse hay que hacer la paz consigo
mismo, alcanzando la armonía interna entre todos los aspectos que nos componen.
Tenemos que darnos amor, nutrirnos y cuidarnos, al igual que se cuida a un bebe
recién nacido, que para un equilibrado y sano desarrollo le hacen falta todos
los cuidados y atenciones de sus padres.
Tenemos que tratarnos con amor y con ternura.
Así es como viviremos y experimentaremos el amor, pudiendo de esta forma, expresarlo
más fácilmente en cada una de nuestras acciones.
Así es como nos encontraremos rodeados de
seres amados, que nos aman de manera sana y jamás dañina.
Si uno se ama, ama todo y a todos, por estar
vibrando y envuelto en esta alta frecuencia, solo atraerá en su vida personas
cuyos encuentros serán verdaderas bendiciones. De todas formas, hay que estar
atento, porque amarse no quiere decir ser narcisista o pensar que se es el
mejor. En estos casos estarían amando a su ego y no a su verdadera naturaleza.
En el verdadero amor no hay competición, como tampoco hay juicio ni
comparación; al contario, hay un dar y recibir espontáneo y genuino, gracias al
que todos los involucrados se aprovechan de tan lindos intercambios.
Amarse es aceptarse incondicionalmente,
removiendo así aquellas limitaciones internas que eran la fuente misma de los
desamores con nosotros mismos. Amándose es como se consigue amar y ser amados.
Amarse es la puerta de acceso al amor divino e incondicional, en cuyo camino
tenemos que aprender a transcender nuestras maneras egoístas de amar,
transformándolas a través de las experiencias que vamos teniendo, en una manera
de amar libre de sufrimiento, manipulaciones y expectativas del otro, que al no
verificarse: ay ay ay ay. Este camino es a la vez un gran desafío y una gran
oportunidad, que ha de hacernos crecer mucho a lo largo de su vivencia, llevándonos
de un polo hacia el otro, si es que lo permitimos.
Para terminar con este concepto tan vasto e
importante les quiero, aquí y ahora, recitar la oración de San Francisco de
Asís, un gran Santo, un Hermano Mayor, que a través de su vida ha traído mucho
amor en la Tierra.”....
Entonces Menfis les invitó a cerrar los ojos y
a conectarse con el corazón, con el fin de recibir las palabras desde aquel
lugar sagrado, presente y existente en el interior de cada uno. Después de unos
minutos de silencio recitó la oración:
....“Oh, Señor, hazme un instrumento de Tu
Paz.
Donde haya odio, que lleve yo el Amor.
Donde haya ofensa, que lleve yo el Perdón.
Donde haya discordia, que lleve yo la Unión.
Donde haya duda, que lleve yo la Fe.
Donde haya error, que lleve yo la Verdad.
Donde haya desesperación, que lleve yo la
Alegría.
Donde haya tinieblas, que lleve yo la Luz.
Oh, Maestro, haced que yo no busque tanto ser
consolado,
sino consolar;
Ser comprendido, sino comprender;
Ser amado, como amar.
Porque es:
Dando, que se recibe;
Perdonando, que se es perdonado;
Muriendo, que se resucita a la Vida
Eterna.”....
Después de aquellas palabras hubo un silencio
vivo e intenso en la sala, tanto que Menfis no añadió nada más, dejando que
cada uno experimentara en su meditación la linda vibración de amor que se había
vuelto tangible en la sala y en el corazón de todos los presentes.
PAUSA PARA VOLVER A RELEER LA ORACIÓN
Y SENTIRLA DESDE EL CORAZÓN
Cuando sintió que era el momento, Menfis
volvió a producir un sonido armónico con sus dos llaves, haciendo entender que
había llegado la hora de abrir los ojos.
Después de quedarse unos minutos hablando y compartiendo
con los demás, Gabriel y Ambre se fueron cogidos de la mano, caminando juntos
hacia sus destinos, que aún más, desde aquel momento, se volvieron uno. Y quien
desde arriba estaba observando aquella escena, de manera acertada dijo a sus
compañeros: